Había una vez una orugita pequeñita. Esta oruga era fea, pequeña, corta y de las más gordas de su clase. Todos se metían con ella. Al tiempo, hubo gente que consiguió aceptarla tal y como es y la oruga fue ganando amigos. Aunque, por desgracia, solo fueran 2 o quizás 3. La oruga fue madurando al cabo de los años. Junto a sus amigos se hacía cada vez más fuerte, cada vez resistía más el dolor. Ella sola iba aprendiendo a buscarse la vida, a defenderse de posibles pájaros que se la quisieran comer.
Cada vez que no podía resistirlo más se echaba a llorar, inundada por sus propios problemas y se ponía muy, pero que muy mal. Su madre, la linda mariposa de alas verdes y celestes, le decía que no todo en la vida se solucionaba llorando. "Tienes que ser fuerte. Si no, las golondrinas te comerán." decía ella.
Y así. poco a poco, ella sola iba esquivando los obstáculos que la vida le ponía. O que ella misma se ponía. La oruga era insegura, negativa....Pero, a la vez tenía mucho potencial: era creativa, soñadora, distraída, fantástica. El problema era que, aunque todos sus amigos se lo dijesen, ella no se daba cuenta, o no quería darse cuenta.
Al fin, llegó el momento decisivo de la vida de la orugita. Transformarse en capullo. Y como siempre, ella no se veía capaz de hacerlo ella sola. Fue de las últimas en terminar su capullo. Pero lo hizo seguro, cómodo y blandito para poder estar a gusto mientras maduraba.
Meses más tarde, al llegar la primavera las orugas salían de sus capullos, pero no con la misma forma con la que se metieron en él. La orugita ya no era una orugita fea, gorda y patosa. Se transformó en una de las más lindas mariposas que existían sobre la tierra. Tenía unas alas enormes y coloridas, con las que atraería a su amor verdadero.
Y, aunque ni ella misma se lo creyese, ese momento llegó antes de lo que esperaba. Pero ahora no era insegura, ni tampoco tímida. Salió a la luz todo su potencial. Y la mariposa se convirtió en el insecto más feliz del bosque: fue cazada por uno de los mejores humanos de la tierra. Este le enseñó a amar.
Y juntos vivieron felices y comieron perdices.