domingo, 17 de junio de 2012

Un ángel caído


Apenas me había dado cuenta cuando ya era parte de mi vida, una valiosa parte. Penetró en vivida casi como un suspiro. No me había cuenta cuándo me di de bruces con semejante personaje; apenas me había percatado, aun aturdido por el repentino cambio, cuando ya éramos inseparables. No sabía cuándo había empezado a necesitarle tanto como el comer o el dormir, solo sabía que me faltaba algo cuando él no estaba a mi lado. Y era  una sensación tan extraña... ¿Cuándo pasó? ¿Cómo no me di cuenta antes? Sonreía y me miraba, con su semblante reluciente, cual ángel caído. "Mírame, estoy aquí para hacerte feliz. Dios me envió porque yo te hacía falta", parecía que decía su mirada y sin embargo, sin palabras escribía en el viento "¿Qué haría yo sin ti? Eres lo mejor que me pasó nunca en la vida."

Andaba perdido de fe y esperanza, entre el caminar de las olas, hacia delante, hacia detrás...y así todo el tiempo. Me dejaba llevar por el vaivén de los días, caminaba por caminar. Sin rumbo ni destino, inocente de mi cuando tropecé con él sin quererlo. ¿Por qué apareciste? Yo no te menté en ningún momento. No tenía Dios al que rogarle que vinieses a rescatarme. Había dado por sentado que tendría que salvarme yo sola para seguir a delante, puesto que no pensaba que ningún Dios todopoderoso tuviese ganas de darme a mi el boleto ganador de la lotería de la vida.

Años atrás, pensaba en ése Dios y no le echaba la culpa de mis desgracias; intentaba superarlas una a una y aprender, solo eso. Los errores se multiplicaban por años que pasaban y cada vez las consecuencias eran peores. Y aun seguía sin ver luz alguna. Tropecé, torpe de mi, sacudí la cabeza, negué firmemente volver a dejarme caer y, justo cuando ya casi había cogido impulso para levantarme, su mano estaba ahí, tendida, dispuesta a ayudarme. Dudé, eso sí, mas por una vez en todo el camino estaba seguro de mi destino. Algo me decía sin palabras que no me preocupase, que todo saldría bien si miraba hacia delante.

Las personas de mi alrededor no lo entendía, no vivían en primera persona -como yo- esa sensación, no lo entendían ni se fiaban; me intentaron sembrar la duda, mas fui fuerte y confié en el sentido de ese nuevo cambio de vista.

La vida se hizo mucho más amena a su lado. Llegué a odiar los domingos con toda mi alma, porque él no estaría conmigo. También aprendía a disfrutar de su forma de ser y entender las cosas. Era una persona absolutamente única. Y, a la vez, era como yo, era parte de mi pero era distinto a mi. Me había caído una lluvia de sonrisas amables y buena suerte. ¿Por cuanto tiempo? Dudé. 

Ya no me importa por cuanto tiempo, solo sé que me enseñó durante un año cómo podría ser mi nueva perspectiva de la vida. Y jamás podría cambiar y volver a ser como antes. Dejó una huella demasiado profunda y me caló hasta el alma aquellas canciones suyas, desde el primer día. 

Dios quiso cambiarme la vida rápido, antes de que la pudiera malgastar. ¿Por qué tan rápido y tan repentino? Sería por algo, supuse. No iría por el camino adecuado. Y Él quiso hacerme feliz a pesar de que no creyese con toda mi alma en él, a pesar de que pusiese en duda su fuerza, a pesar de que no le hiciera caso, y, sobre todo, a pesar de que intentase renegar de Él. 

Me demostró que debía confiar en él de la manera más eficaz: dejando ir a la tierra a una de sus más valiosas almas, una de las más puras, perfectas e inmaculada de pecados que disponía allí, en el lugar donde vive: El Cielo. Las puertas del Cielo se abrieron para que la criatura perfecta se humanizara y tomase una forma inocente y graciosa, inadvertida de divinidad. 

No sé quién es; no sé si es el Padre de Jesús, no sé si es Yaveh, no sé si es Buda, no sé si se llama Destino o Suerte, o Esperanza o Dios. Solo sé que fuera lo que fuese lo que me había traído a aquel ángel, le debía mi vida. O, al menos, un "gracias" antes de morir. 

Pero, realmente, lo que verdaderamente pienso, es que esa mariposa posada en mi hombro, inocente y libre, era la encarnación de ese Destino; llamémolo pues Dios. Él era la personificación de la perfección de Dios. Y me di cuenta cuando fui a su casa, a la casa de Dios y Él mismo me demostró que hay veces en las que uno debe dejar de planificar el camino y dejar que sea el mismo Dios el que elija por ti. 

Yo he tenido suerte al encontrar el sentido de la palabra Dios. En el colegio no me la enseñaron jamás, se empeñaron en hacerme creer que Dios era algo que, al menos yo, no lo veía de esa forma. Dios es amor. Cuando encuentras el amor, encuentras a Dios, encuentras el sentido de la vida y quizás quieras pasar tu vida de la mano de esa persona. Yo, desde luego, encontré a Dios y no antes.