miércoles, 19 de diciembre de 2012

El camino empieza en TI

Hoy he aprendido una cosa: eres tú el que dibuja tu propio camino. Eres tú el que tiene que auto definirse  quererse, aceptarse y, sobre todo, respetarse. Una vez aprendido esto, el resto de la sociedad te respetará, te aceptará y te querrá.

viernes, 20 de julio de 2012

Contracorriente.

¿Harto de tus padres te digan lo que tienes que hacer, cómo comportarte, cómo debes ser?

¿Cansado de tener que esconder tus verdaderos sentimientos en el instituto, para que la gente no te dé de lado?

¿Empachado ya de tener que escuchar una y otra vez las mismas canciones, día tras otro, en la radio?

¿Aburrido ya de no poder dar tu opinión, por ser contradictoria a la de los demás?
Y, a todo esto, ¿Qué estás haciendo? ¿te rindes sin más? ¿se te agotaron las energías y los motivos por los cuales seguir luchando por tu postura?

Te equivocas si eliges ese camino. 
Eres la excepción que confirma la regla.
No puedes rendirte así como así. No puedes darle la razón a todo el mundo y dejar atrás todo el camino que llevas recorrido. 

Desde pequeño ya te lo decían: eres diferente al resto. Siempre tuviste un brillo en los ojos que no era igual al de los demás. Cuando todos empezaban a garabatear con la mano derecha, tú, con tu mano izquierda, pequeña y rolliza, comenzaste a dibujar un medio círculo con dos puntos arriba, a cada lado. Eras un pequeño entusiasta; con una sonrisa, siempre hacías las cosas, aunque los demás niños llorasen. Eras de los únicos que se alegraba de poder vivir y vivías la vida al 100 por 100, aunque tuvieses problemas. Aunque te caías, sabías levantarte. Ni una lágrima.

Poco a poco, fuiste desarrollando una personalidad, un gusto, una forma de ser...inigualable. Tus padres te enseñaron, y lo hicieron muy bien. Eras inteligente. Tenías tu propia opinión. Cuando te preguntaban respondías con propiedad, aunque tuvieses dudas, aunque se riesen... 

Tu persona, enriquecida por el saber de la curiosidad, pues siempre estabas hambriento de saber del mundo que te rodea; fuiste creciendo, aprendiendo de los errores, a veces garrafales, a veces leves. Tomaste caminos impensables para otras personas. La vía rápida no existía para ti. Tu constancia en el trabajo y tus ganas te llevaron a la cumbre más alta. Todos dudaban; todos menos tú. Sabías que podías y pudiste. 

Tuviste fe en ti y lograste tu meta. Siempre tuviste de tu parte a la gente que te quería...y a ella. Conseguiste iluminar la vida de una muchacha gracias a tu característica forma de ver el mundo. Sin tu positivismo, hubiese sido imposible que los de tu alrededor pudiesen seguir adelante. Por eso, y por mucho más, te mereces El Cielo. 


domingo, 17 de junio de 2012

Un ángel caído


Apenas me había dado cuenta cuando ya era parte de mi vida, una valiosa parte. Penetró en vivida casi como un suspiro. No me había cuenta cuándo me di de bruces con semejante personaje; apenas me había percatado, aun aturdido por el repentino cambio, cuando ya éramos inseparables. No sabía cuándo había empezado a necesitarle tanto como el comer o el dormir, solo sabía que me faltaba algo cuando él no estaba a mi lado. Y era  una sensación tan extraña... ¿Cuándo pasó? ¿Cómo no me di cuenta antes? Sonreía y me miraba, con su semblante reluciente, cual ángel caído. "Mírame, estoy aquí para hacerte feliz. Dios me envió porque yo te hacía falta", parecía que decía su mirada y sin embargo, sin palabras escribía en el viento "¿Qué haría yo sin ti? Eres lo mejor que me pasó nunca en la vida."

Andaba perdido de fe y esperanza, entre el caminar de las olas, hacia delante, hacia detrás...y así todo el tiempo. Me dejaba llevar por el vaivén de los días, caminaba por caminar. Sin rumbo ni destino, inocente de mi cuando tropecé con él sin quererlo. ¿Por qué apareciste? Yo no te menté en ningún momento. No tenía Dios al que rogarle que vinieses a rescatarme. Había dado por sentado que tendría que salvarme yo sola para seguir a delante, puesto que no pensaba que ningún Dios todopoderoso tuviese ganas de darme a mi el boleto ganador de la lotería de la vida.

Años atrás, pensaba en ése Dios y no le echaba la culpa de mis desgracias; intentaba superarlas una a una y aprender, solo eso. Los errores se multiplicaban por años que pasaban y cada vez las consecuencias eran peores. Y aun seguía sin ver luz alguna. Tropecé, torpe de mi, sacudí la cabeza, negué firmemente volver a dejarme caer y, justo cuando ya casi había cogido impulso para levantarme, su mano estaba ahí, tendida, dispuesta a ayudarme. Dudé, eso sí, mas por una vez en todo el camino estaba seguro de mi destino. Algo me decía sin palabras que no me preocupase, que todo saldría bien si miraba hacia delante.

Las personas de mi alrededor no lo entendía, no vivían en primera persona -como yo- esa sensación, no lo entendían ni se fiaban; me intentaron sembrar la duda, mas fui fuerte y confié en el sentido de ese nuevo cambio de vista.

La vida se hizo mucho más amena a su lado. Llegué a odiar los domingos con toda mi alma, porque él no estaría conmigo. También aprendía a disfrutar de su forma de ser y entender las cosas. Era una persona absolutamente única. Y, a la vez, era como yo, era parte de mi pero era distinto a mi. Me había caído una lluvia de sonrisas amables y buena suerte. ¿Por cuanto tiempo? Dudé. 

Ya no me importa por cuanto tiempo, solo sé que me enseñó durante un año cómo podría ser mi nueva perspectiva de la vida. Y jamás podría cambiar y volver a ser como antes. Dejó una huella demasiado profunda y me caló hasta el alma aquellas canciones suyas, desde el primer día. 

Dios quiso cambiarme la vida rápido, antes de que la pudiera malgastar. ¿Por qué tan rápido y tan repentino? Sería por algo, supuse. No iría por el camino adecuado. Y Él quiso hacerme feliz a pesar de que no creyese con toda mi alma en él, a pesar de que pusiese en duda su fuerza, a pesar de que no le hiciera caso, y, sobre todo, a pesar de que intentase renegar de Él. 

Me demostró que debía confiar en él de la manera más eficaz: dejando ir a la tierra a una de sus más valiosas almas, una de las más puras, perfectas e inmaculada de pecados que disponía allí, en el lugar donde vive: El Cielo. Las puertas del Cielo se abrieron para que la criatura perfecta se humanizara y tomase una forma inocente y graciosa, inadvertida de divinidad. 

No sé quién es; no sé si es el Padre de Jesús, no sé si es Yaveh, no sé si es Buda, no sé si se llama Destino o Suerte, o Esperanza o Dios. Solo sé que fuera lo que fuese lo que me había traído a aquel ángel, le debía mi vida. O, al menos, un "gracias" antes de morir. 

Pero, realmente, lo que verdaderamente pienso, es que esa mariposa posada en mi hombro, inocente y libre, era la encarnación de ese Destino; llamémolo pues Dios. Él era la personificación de la perfección de Dios. Y me di cuenta cuando fui a su casa, a la casa de Dios y Él mismo me demostró que hay veces en las que uno debe dejar de planificar el camino y dejar que sea el mismo Dios el que elija por ti. 

Yo he tenido suerte al encontrar el sentido de la palabra Dios. En el colegio no me la enseñaron jamás, se empeñaron en hacerme creer que Dios era algo que, al menos yo, no lo veía de esa forma. Dios es amor. Cuando encuentras el amor, encuentras a Dios, encuentras el sentido de la vida y quizás quieras pasar tu vida de la mano de esa persona. Yo, desde luego, encontré a Dios y no antes.


sábado, 26 de mayo de 2012

La niña de mis ojos.

Llevábamos toda la vida juntos. Desde pequeños, desde la primera vez que la vi entrar por la puerta del aula de primer curso de primaria, supe que la amaba. Tímidamente, me acercaba a jugar con ella; jugábamos a que yo le pedía matrimonio con un anillo de plastilina hecho por mí mismo, con todo mi esfuerzo, mientras ella reía diciendo: "¡Quizás cuando seas más mayor!". Entonces yo, entusiasmado, preguntaba con un brillo de ilusión infantil en los ojos: "¿Me lo prometes?". "Te lo prometo". 

Esa promesa no fue en vano. Pasé toda mi infancia a su lado; compartíamos el mismo grupo de amigos, aunque ella también tuviese amigas con las que jugar a las muñecas. Aquellas tardes en las que quedábamos todos juntos -incluyendo las dos o quizás tres chicas que también se venían en los recreos con nosotros- en el parque de cerca de casa para jugar a fútbol. Y ella siempre estaba allí. Puntual. Y, después, la recogía su padre en coche para ir a las clases de karate, aquellas clases a las que nunca me dejaron apuntarme por el mero hecho de que odiaba el karate. Pero, mientras tanto, allí estaba ella, robándome todos los balones, corriendo tras la pelota, chutando y ,a veces, fallando el tiro mientras yo los paraba -solía ponerme de portero; prefería ser el portero para parar los balones que ella me lanzaba-, cayendo. 

Nunca entendí porqué no me tomaba en serio cuando, en San Valentín le decía "Te quiero; cásate conmigo." ¿A caso era tal cosa un chiste? Ella siempre me contaba a mi los chicos que le gustaba cada cierto tiempo, era muy enamoradiza. Siempre acababa yo hablando con alguno de ellos para sonsacarles información y saber si era correspondido su amor. Siempre decía lo mismo: "Ése es el amor de mi vida. Es el chico más guapo de todo el universo". 

Hubo un tiempo en el que nos separamos tras el paso al instituto. Ella se fue, con su mejor amiga, al instituto que tenía más cerca de casa mientras yo me quedaba allí, en el colegio, con el resto de los amigos. Nos seguíamos viendo por las tardes, pero no era lo mismo. Ahora prefería salir con sus amigas a quedar con nosotros a ver el partido de la semana. La veía de lejos, por la calle y apenas la podía reconocer: la niña que  tanto quería desde siempre se había transformado en una mujer sin  haber pasado por la etapa de "chica-adolescente", o al menos yo no me di cuenta hasta aquel momento. 

Era preciosa. Tenía el pelo mucho más largo, se le movía mientras andaba, al igual que todas las curvas de su cuerpo. Pero seguía teniendo esa sonrisa, la que me quitaba el sueño por las noches. Y cuanto más la miraba, más lejos la sentía. "Sigo esperándote. Dijiste que cumplirías tu promesa y ni siquiera me hablas ya." quise decirle más de una vez en un mensaje; pero nunca me atreví. Nuestros padres eran amigos y quedaban para ir a la playa mientras ella quedaba con sus amigos. ¿A caso no querría verme más? ¿Ni aun así podría disfrutar una vez más de una de sus acarameladas miradas? 

No pudo huir de su destino: acabó destrozaba tras cortar con su primer novio, un niñato, un chico malo que le gustaba presumir de un buen par de tetas y un culo donde mojar pan. Solo la quería por presumir ante sus amigos. "Está como un queso", decían todos. Pero, es que resulta que ese queso tenía sentimientos. Ese queso era una flor delicada y aquel chaval no estaba dispuesto a regarla todos los días. Se cansó de ella y, en cuanto vio otro queso con más agujeros, la tiró a suelo y se fue a tomar polen de otra flor.

Me dijo que sentía muchísimo habernos separado y que, en ocasiones, cuando se peleaba con su amiga, me echaba de menos. Era hija única y para sus padres siempre fui como un hermano suyo. Incontables fueron las veces que, durante la primaria, iba a su casa a almorzar después del colegio, a merendar, a hacer la tarea juntos, a ver Doraemon... Pero ella no quiso valorarlo hasta que se dio de bruces. Y ahí estaba yo, poniendo mi hombro para que llorase por alguien que no la merecía, ella, tan inofensiva, tan sensible,... no se merecía aquello.

Llegué a pensar que no pasaría nada si ella no llegaba a cumplir nuestra infantil promesa. Al fin y al cabo, ella no se quiso dar cuenta de lo que al menos yo sentí y quería con todas mis fuerzas. Y a medida que se multiplicaban los clinex usados, amontonados sobre su cama haciendo una pirámide, me hacía más consciente de que todo en la vida no se podía lograr, que no siempre se podía tener todo. Ya tenía unos resultados académicos perfectos, unos amigos maravillosos y dos padres que me querían, ¿qué más podía pedir? Si en el fondo no la necesitaba, no sabría qué hacer si mi mayor sueño (un beso por el día de mi cumpleaños) se hiciese realidad.

Pero el destino lo quiso así. Días más tardes, quedamos ella y yo en el parque donde jugábamos de pequeños. Decía que tenía algo importante que decirme, que no podía esperar. Me esperé lo peor: pensé que  a lo mejor quería que dejásemos de vernos definitivamente, porque no la estaba ayudando en su problema. Todo lo contrario: "Muchísimas gracias por todo lo que has hecho por mi últimamente. Siempre fuiste mi mejor amigo y no te valoré como te mereciste. ¿Me perdonas?" .Ante eso, lo única que se me ocurrió decir fue: "No puedo perdonarte por que no hay nada que perdonar, ¿me oyes? Los amigos están para eso. Y si el resto de tus amigos no hacen lo que yo, será porque no se merecen que los llames "amigos"." 

Entonces, me abrazó, esta vez con una sonrisa en los labios y dijo: "Eres un regalo caído del cielo. ¿Cómo no me pude dar cuenta hasta ahora?" Sí, me besó, y ahora es mi esposa y tenemos una hija. Vivimos cerca de la playa, en una de las casas que ella siempre quiso tener. Me dio muchísima lástima criar a nuestra hija y que tuviese una infancia sin su madre: ella murió de un cáncer a los dos años de haberlo tenido. Creímos con esperanza que lo superaría, pero Dios quiso reservarse para sí, una vez más, la octava maravilla del mundo. No sin antes haber tenido un pedazito de ella: nuestra hija Isabela.  

jueves, 17 de mayo de 2012

En un mundo en el que todos se empeñan en ser pesimistas

Yo seré quien piense distinto, yo seré la excepción. Seré, pues, de las únicas personas que sean felices viviendo esta realidad, la que nos ha tocado vivir; seré de las pocas personas que conservan la sonrisa y el sentido del humor mientras el resto camina con la cabeza cabizbaja derechos en su infinita rutina. 

Como podéis ver, hay cambios en el blog, los cuales demuestran la corrección que he hecho de mi forma de pensar sobre la vida. Creo que más de uno ya perdió la ilusión de vivir al terminar la Feria, los días de fiestas y el descanso en general.  Por ello, cambio un poco la dinámica del blog y os invito a pensar un poco e intentaré transmitiros fuerza con mis palabras.

ÁNIMO. Ya queda muy poco; ya es, prácticamente, verano. Ya olemos la brisa de la playa, sólo hay que dar el último sprint y ya se acabó. Mereció la pena todo el esfuerzo anterior, ¿cómo no va a merecer la pena dar un último apretón antes de meternos entre las olas? Puede que ahora sea cuando cueste más, pero ¡la recompensa será aún mayor!
En cuanto a la monotonía,... No os deprimáis. Ni os dejéis sumir por el "tan solo estamos a miércoles" o el "¡uf, qué calor! Mañana empiezo a estudiar. Hoy no  tengo ganas." Otro error que nos suele ocurrir mucho a estas fechas -o, por lo menos a una servidora- es el "hoy me merezco descansar. Llevo todo el curso  a tope; hoy toca siesta." NO. Muy mal. Ya habrá tiempo para descansar cuando toda esta locura de todas los días de la semana con exámenes haya terminado. Mientras tanto, ¡a currar, señores! Que las asignaturas no se aprueban solas.
Pues bien, ahora mi reflexión es la siguiente, ¿cuál es el motivo por el que te levantas cada mañana? ¿Tienes alguna meta en la vida, o vives porque no tienes más remedio que seguir caminando? En mi caso son los siguientes:

Motivos por los cuales sigo viva:

Para no echarlo todo a perder estando a las alturas que estamos. Si me tengo que morir, ¡que sea cuando haya demostrado a mis padres/amigos/profesores/enemigos(?) que he sido capaz de lograr mis objetivos! ¿no? eweU

La vida es dura y el futuro que me espera más aun. ¡Pero es mi futuro! Sea como sea -si es bueno, de puta madre; si es malo será porque tengo que aprender que la vida no es del color de rosa pero se puede intentar hacer lo más apetecible posible- tengo derecho a vivirlo, pues mi futuro me pertenece a mi. ¿Para qué habría servido entonces estudiar tanto si ni siquiera voy a ver el mundo por un agujero?

¿Con quién si no se iba a enfadar mi hermano, discutiría mi madre y vería películas y conciertos mi padre? Sin contar qué harían mis amigos sin alguien como yo, ni mencionar siquiera qué haría el dueño de mis sueños, el ladrón de mi corazón. De ninguna manera permitiría que se lo quedase de por vida si yo no estoy viva ò.ó (<- dios mío, qué paranoia ñ.ñ) 

No moriré sin haber viajado nunca a estos lugares: Inglaterra (mi amada England me espera *----*), Venecia (sí, fui a Italia pero no pisé Venecia, tengo ese capricho *u*), algún que otro país nórdico (pa' saber lo que es el frío, hombre :3) Japón (obviamente *^*) y América (quiero cruzar el charco, hombre...) Nada más que falta África, por dió, menos mal que no quería viajar mucho ._.U pero es que en África hace más calor que aquí .w.


No moriré sin descendencia. E dicho. Tanto talento lo tiene que heredar alguien, fijo.

Me he propuesto hablar 3 idiomas perfectamente, dado que me encanta(ría) viajar. 

(¿y todo esto a qué venía? D:)

Conclusión:
Vive la vida
No te arrepientas
Aprende de los errores
Sé optimista
Ama cuando puedas, mata si te apetece (?)
Si decís que el amor no existe, es que todos estáis equivocados. 

viernes, 11 de mayo de 2012

Pero, para los que aman

El tiempo es demasiado lento para los que esperan, demasiado rápido para quienes tienen miedo, demasiado largo para los afligidos, demasiado corto para los alegres, pero.... para los que aman, el tiempo es una eternidad.

lunes, 30 de abril de 2012

Imborrables momentos que siempre guarda el corazón.

Tardes enteras llorando de felicidad, asfixia y dolor de barriga de tanto reír y reír sin parar.
 Días enteros ausentes, llenos de melancolía, esperando que las manecillas del reloj corriesen sin freno hasta los segundos más cercanos al cuello de tu camisa.
Noches en vela recordando el presente, ansiando el futuro. Rememorando el pasado, aquel que aún recuerdo como ayer. Noches iluminadas por una luna entera de esplendor, llena, blanca como la nieve y pura como la  primera sonrisa de verano; en un cielo oscuro salpicado por miles de estrellas, a cada cual más radiante y distante. Años luz para llegar.

Sí, no era tan difícil llegar a casa con una sonrisa. "Soy feliz.", decía mi presencia, "Soy enormemente feliz. Soy más feliz de lo que jamás me imaginé. De lo que nunca soñé." Y más de una vez me planteé, ¿realmente merezco tanta felicidad? Y automáticamente me respondía: por supuesto. Demasiado tiempo ya dejaste de serlo como para no poder disfrutar ahora de la felicidad con el mejor de sus sabores: el amor. 

No fue nada difícil. Es más, fue más fácil que respirar. No tuve que pensar, que desear, que sufrir. Nada de eso. Solo tuve que dejarme llevar. Y el amor, cual mariposa, se posó en mi hombro derecho. 

Pequeñas cosas también me hacían enormemente feliz. Aprendía a abrir la mente y los oídos a una música más plena de significado y alma. El rock se hizo para sentirlo por las venas.

No pude estar más agradecida a todos aquellos que me influenciaron respecto a la música; gracias a cada uno de ellos, llevo en el corazón un poco de cada estilo: el pop de siempre dejaría un enorme espacio que rellenaría e incluso le robaría más espacio a rock, al metal -y sus derivados- , al j-pop -completamente alternativo a lo que la gente escucha- y, quizás, una pizca de ese ritmo ochentero que siempre odié -llámese Queen o llámese como quieras- sin olvidarnos de la música en español que nunca toleré: el flamenco. A decir verdad, no me gusta, sin embargo, ya no lo odio y, de hecho, me gusta El Barrio y...Y ya está.

Y es cierto, cambié. Y nunca estuve más orgullosa de mi cambio. 

sábado, 28 de abril de 2012

Dijo el corazón

"Es imposible" dijo el orgullo. "Es arriesgado" dijo la experiencia. "No tiene sentido" dijo la razón. "Dale una oportunidad" dijo el corazón.

jueves, 19 de abril de 2012

Todo tiempo pasado fue mejor.

¿Recuerdas cuando no hace tanto tiempo, en verano del año pasado, éramos casi una familia? Siempre estábamos todos; todos juntos. No existían diferencias entre nosotros, tampoco rivalidades, ni falsas apariencias ni mal interpretaciones de comentarios. Solo amistad, sol y verano. 

¿De verdad quieres tirar por la borda tantísimos recuerdos, a cada cual más irrepetible, más intenso y más, en definitiva, positivo? Creo que no merece la pena. No me pienso rendir tan pronto. No pienso tirar más de las cuerdas que nos alejan, sino en sentido contrario. Con todas mis fuerzas, intentaré tirar de las cuerdas hacia ti, hacia todos a la vez para unirnos otra vez, como antes. 

No era tan difícil sentarse en el césped en forma de círculo y jugar a pasarse la naranja. Es más, aquel juego que tanto odiaba antes porque, personalmente, se me da fatal por eso de los reflejos y la puntería; ahora lo hecho de menos. Era una pequeña forma de coger confianza unos con otros. De echar unas risas. Tonterías que nos hacen feliz. 

Y míranos ahora. Discutiendo por tonterías por medios que no son los adecuados en vez de cara a cara. Gente que se va, gente que es libre como el viento, gente que tiene problemas y no tiene amigos que les pregunte "¿te pasa algo?", "¿tienes algún problema?" o un simple "tienes mala cara hoy. Anímate". No, definitivamente, ahora eso no existe. Quien le pasa eso se pone una máscara del tamaño de su orgullo e intenta aparentar que está bien y que todo sigue como siempre. Pero no. Nada es igual que antes. 

Ya nadie se apoya en nadie. Nadie se fía de nadie. Todos nos sentimos solos y acabamos juntos, y, a la vez, tan separados y distantes. Y es normal que acabemos hablando unos de un tema, el que toque, cualquiera y que otros se queden mirando, pasivos, sin participar. También es normal que algunos tengan una afición por algo y que a lo mejor no la comparte con todos los miembros del grupo. 

Pero, al final siempre pasa lo que pasa. Acabamos yendo a los mismos sitios a hacer las mismas cosas. Nos dejamos sumir por la rutina. Y, en el fondo, todos queremos hacer algo para cambiarla. Todos. Y cada vez que alguien, quien sea, intenta de una manera o de otra cambiarla, se intenta llevar a cabo y nunca se logra o casi nunca.

Hay quienes piensan de una manera, hay quienes prefieren echarle las culpas a alguien o algo. Pero todos tenemos parte de culpa. To-dos. Los que meten fuego, los que se dejan quemar, los que lo ven y no hacen nada y los que lo ven y intentan apagar de una forma, sea la correcta o no, y los que se tapan los ojos para no verlo e inventarse la realidad. 

También hay, como todo, quien tira la piedra y esconde la mano. Quien lo sabe y lo niega y quien no se da cuenta pero también lo hace con maldad. 

¿Cómo, cuándo y porqué hemos llegado a esta situación? En serio, no lo entiendo. Hasta ayer creía feliz en lo que era antes mi segunda familia; creía que no había problemas, que no pasaba nada por que, por inercia, se formasen subgrupos  que tenían en común una afición e intentar meterme en ella para pasar el rato, aunque el otro subgrupo no pensase lo mismo ni le interesase esa afición. Parece que no. El descontento es de éste último grupo. Y tienen su parte de razón. Me incluyo parcialmente en ése último porque acabo de iniciarme en la afición en sí pero aún no me interesa tanto como para llamarme "aficionada".

Solo espero con esperanza una cosa: un día, un lugar, todos (que no falte nadie), cara a cara, para hablar sobre la situación.

miércoles, 29 de febrero de 2012

Doña Soledad.

Esta entrada se la quiero dedicar a una persona que sé con certeza que no ha leído nunca mi blog, más que nada porque no dispone de tanto tiempo como para sentarse a leer cualquier pensamiento que se me pasa por la cabeza y por que creo que ni siquiera sabe que escribo. Sé que quizás jamás sepa acerca de esta entrada, mas lo único que pretendo con este relato contado a continuación es ofrecer a mis fieles lectores una pequeña pero profunda reflexión, fácil de entender, sobre algunos aspectos de la vida esta, rutinaria y, a la vez, volátil y huidiza. 

Sin más dilación, Doña Soledad.

Doña Soledad era una señora ya entrada en años, viuda de Alegría, Gabriel Alegría -un señor muy conocido en el pueblo, todos hablaban muy bien de él incluso después de su muerte- y, por lo tanto, cansada de la monotonía de los días vacíos e insólitos. Cuando murió su marido, él se llevó a la tumba todas sus ilusiones y sus ganas de comerse el mundo, de salir, de entrar, de ir de excursión  a la montaña con sus hijos, de ir a veranear a la casa de la abuela en la playa, de ir en invierno a visitar a los tíos y primos al norte, a ver la nieve, de celebrar fiestas tan bonitas como la navidad.... Perdió el sentido de su vida. 

Entró en una crisis interna de la que solo ella misma se podía salvar, tan solo tendría que mirarse al espejo y decirse: "hoy voy a ser yo quien haga feliz a mis hijos". Soledad tenía dos hijos mellizos, un chico y una chica, que se esforzaban por devolverle a su madre el brillo que perdió cuando, como ella decía, "Dios la abandonó a su suerte" o, lo que era lo mismo, cuando él murió. 

Su hija, una chica muy guapa, alta, de piernas largas, cadera alta y cintura estrecha, vientre plano -salía a su abuela- y pecho apenas existente; también acabó perdiendo el brillo de luz de ojos miel, se oscurecieron. Tras el terrible suceso, cortó su melena morena por los hombros y dejó de sonreír sin motivo. Tuvo que madurar de golpe, sin elección y bajo la presión de que debía ayudar a su madre a superar la depresión y a su hermano, que también era propenso a caer en el pozo de la triste amargura. 

Él fue, sin embargo, quien más ayudó a su madre al principio. Su sonrisa no llegó nunca a desaparecer del todo. Por muy triste que estuviera, consiguió vencer esa sensación de vacío para poder mostrar a los demás que, al menos él, era ya lo suficientemente maduro como para afrontar la realidad y vivir con ello. Sus ojos, sin embargo, también pasaron a ser más oscuros, a pesar de que nadie notase el cambio. Él era de constitución dedil, enclenque, de pocas carnes por naturaleza y, con todo, dejó de comer varias semanas -o, al menos no lo hacía delante de su madre, siempre se levantaba de la mesa  con el plato medio lleno- tras la muerte de su padre. 

Entre ambos intentaron reanimarla, mas ella no quería y, sobre todo, no se dejaba ayudar. El primer año no quiso ver a absolutamente ningún miembro de ambas familias a excepción de sus hijos. Nadie entendió su postura, pues lo lógico era que se apoyasen unos a otros y salir a flote juntos. Ella no. Ella no le encontraba sentido a quitar los visillos de la tristeza en la ventana de su vida. No quería seguir mirando a través de ella. Prefería cerrar los ojos y soñar con antaño, con cuando eran novios, cuando todo era más fácil, cuando tenía la ilusión de empezar una nueva vida en un nuevo pueblo, cultivar un huerto, plantar manzanos, ir a la plaza día a día, ir a la montaña de paseo, de la mano, hacer pic-nics, coger la moto y dar una vuelta a la sierra de Ronda...

Pero nada de eso volvería. Y eso producía que, una vez más, corrieran lágrimas por el arrugado rostro de la señora Soledad. Solamente con el mero hecho de recordar su voz pronunciando "Sole, sonríeme." sentía una puñalada invisible en el centro de su pecho, cuyo veneno se extendía por todo su cuerpo, hasta matar las mariposas del estómago, aquellas que nacieron tras la primera mirada del fallecido, cincuenta años atrás. 

Se conocieron en un puesto de flores del mercadillo de los domingos. Sobre las doce del medio día, un día de abril. Él compró flores para su amada y ella pasaba por allí, distrídamente, buscando a su hermana porque iban juntas y ella se adelantó a un puesto de garrapiñadas y luego la perdió de vista. Le confundió con un amigo que tenía en la sierra y que tan solo se pasaba por el pueblo en primavera y le saludó pensando que era él. Se disculpó varias veces por haberle hablado así a un desconocido. Él sonrió y soltó una larga carcajada tras observar la preocupación del rostro de la chica por tal estupidez. Ella siempre tendía a agravar las consecuencias de sus actos.

Resultaron ser parientes. Sus abuelos eran primos o, al menos eso pensaba su abuelo de él puesto que el de ella no vivía cuando se conocieron. Meses más tarde, tras la partida de la novia de Gabriel a Sevilla por motivos de estudios, nació el amor entre ellos. No eran lo que se llamaba en el pueblo "amigos", eran más bien conocidos de vista, se saludaban... Pero pocas eran las veces que quedaban para tomar algo en el bar de la calle principal del centro. 

Se fueron a vivir a Dos Hermanas, con mucha ilusión. Él era profesor de literatura y ella se buscó un pequeño trabajo como camarera; después trabajó en una panadería. Tuvieron que regresar al pueblo tras nacer los mellizos. Allí estaban todos los tíos por parte de padre y sus abuelos paternos también. Los chicos se criaron allí. Le cogieron gusto a la escuela, al ambiente pueblerino, al aire cargado de oxígeno día a día, al verde de los árboles, a la tranquilidad de la sombra en verano. 

Pero nada es para siempre. Un día, como otro cualquiera, le arrebataron a doña Soledad la felicidad: su marido murió. Se fue y no volvió. Nadie pudo contar cómo fue, tan solo sabían que había muerto en la fría y húmeda carretera de la sierra de Ronda, tras caer de la moto en una mala curva. Encontraron los restos de la moto al día siguiente, no muy lejos de la casa del tío Jaime, en la montaña. 

Se lo avía advertido. Se lo avía advertido como unas mil veces seguidas. "No estoy del todo convencida de que debas salir esta mañana, tras haber llovido de noche." Tan solo era una tormenta veraniega, no iba a pasar nada. Él sabía como el que más enfrentarse a la carretera, domar a su motocicleta y volar sobre las ruedas. "Ojalá solo se hubiera partido una pierna.", se estremecía Soledad. Nada hubiese cambiado. 

Pero ya era tarde para arrepentirse. La decisión ya estaba tomada, el camino ya estaba elegido, el rumbo ya estaba escrito. Y le condujo a la misma muerte. Un nuevo estremecimiento sacudió de pies a cabeza a Soledad. Ella hizo jurar a sus hijos que no volverían a montarse en una moto. Y ella misma lo juró. 

Vivía, desde entonces, con los ojos hundidos en sus ojeras, con la inexpresividad de una muñeca de porcelana con un brazo roto, con los hombros caídos y con dolor de rodillas cada vez y bajaba y subía las escaleras de caracol de su casa.

No estaba dispuesta a cambiar nada. Se anclaba en el pasado y se preocupaba en exceso del futuro, sobre todo en el de sus hijos; dejaba pasar el presente, sin pena ni gloria, con más apatía que desesperanza. Las mujeres del pueblo, cada vez que la veían, la intentaban animar con su alegría natural, con algún que otro piropo, algún que otro "Venga, mujer, que hoy es fiesta en el pueblo" o "Que hoy luce un sol precioso; no te quedes en casa, vente a mi casa y charlamos". Pero ella nunca lo hacía, nunca quedaba con sus amigas, por miedo.

Ellas, por el contrario, la visitaban a menudo, tomaban café por las tardes. Alguna que otra señora de entre su grupo de amistades le contaba el cotilleo de turno o su vida personal. El caso era distraerla. Había desaprendido a vivir.

Gabriel, su hijo, pensó esperanzado que quizás su madre saldría del circulo de amargura en el que su madre había entrado con su boda con Esperanza en Sevilla. Eso la animaría, o eso creía él. No se esperaba que fuera a derrumbarse en la iglesia. Él estaba profundamente enamorada de Esperanza, llevaban mucho tiempo juntos y llevaban otro tanto pensado en casarse formalmente.

Era el sueño de Esperanza. Una gran boda, que reconciliase a todos sus familiares y parientes con sus amigos y con los conocidos de su novio. También soñaba con su vestido de boda desde que fue por primera vez a una, a la de su prima, cuando tan solo tenía seis años y dos huecos en la sonrisa.

Soledad veía en Esperanza la luz que ella tenía cuando empezó a descubrir las maravillas de la vida: enamorarse, casarse, comprar un pisito en el pueblo, formar una familia... Los días que precedían al gran evento, suegra y nuera fueron juntas a la heladería del pueblo para charlar. Los ojos verdes de Esperanza, grandes y vistosos, muy expresivos, sorprendieron a Soledad gratamente. Se conocían desde hacía mucho, pero jamás la había visto tan nerviosa.

Ana, la hermana de Gabriel, también quedó con ella pero esta vez en Sevilla para buscar juntas el vestido perfecto. Ellas eran buenas amigas, a pesar de que se veían más bien poco. Esperanza se decantó por un vestido blanco de palabra de honor, largo y con mucho vuelo. Ana, por el contrario, odiaba todo el tema de las bodas, decía que no era necesario tal cosa cuando ya vivía con la persona de sus sueños día a día en su propia casa, nada cambiaba que estuviesen o no unidos en santo matrimonio. A parte, no creía en la iglesia. Prefería abstenerse a comentar sobre temas religiosos; su hermano, no obstante, no pensaba lo mismo.



~~Continuará~~


jueves, 9 de febrero de 2012

Si volviera a nacer

Si volviera a nacer, si renaciera tras la muerte, corregiría millones de errores y fallos. Empezando por mi comportamiento en la guardería, en el jardín de infancia, en primaria. Si pudiera, vencería todos mis miedos, arrancarlos de raíz desde el primer día en el que sentí miedo escénico, miedo a hablar en público, miedo a expresar mi opinión -irracional, estamos a hablando de cuando era bastante más pequeña- y, sobre todo, corregiría la impulsividad con la que realizaba mis actos. Pequeños ataques de rabia, ira, frustración. Haría caso a mamá. Sin dudarlo. 

Apartaría a un lado los celos de mi hermano pequeño, desde el principio. Volvería a pelearme con mi madre por bañar a mi hermano, peinarle, secarle el pelo, vestirle, darle de comer, darle el biberón -infinidad de veces intenté convencer a mi madre para que me dejase hacerlo y todas me las negó; me cansé y en vez de quererle le odié. Le odié como una hermana mayor de siete años podía odiar a un renacuajo de dos años al que sus padres y la familia en general querían más por ser la novedad; me sentía desplazada, sustituida...- ver los dibujos con él, jugar con él...


Pero todo era una pelea. Siempre acababa él llorando... y yo, tras una riña de mi madre o un guantazo de mi padre, también. Él lloraba porque él quería algo y yo quería lo contrario. Discutíamos y, mi odio siempre hacía arrepentirme de mis actos impulsivos. Le pegaba. Le insultaba. Enano. Gordo. Vaca. Foca. Moco. Chinchorro. Vete de mi vida. Devuélveme a mis padres. Devuélveme mis juguetes, mis pinturas, mis caprichos. Devuélveme la vida que me quitaste antes. Antes era una niña malcriada. Antes era yo a la que todos miraban con buenos ojos, yo era la pequeña, la favorita de la abuela. Llegó el "regalito" y mi vida perdió sentido.

Si pudiera renacer, la chica de esa nueva vida, en vez de tomarse el nacimiento de su hermano como, egoístamente, una desgracia -era, hasta cierto punto, normal, era pequeña, todos hemos sentido celos de pequeños- ,se alegraría un montón, sería paciente y sería más positiva, muchísimo más.  

Todo esto al mismo tiempo que, en el colegio, todos me llamaban la "Harry Potter" porque, desde pequeña tengo el pelo jodidamente rebelde y enredoso y, claro, a mi madre le convenía no perder mucho tiempo peinándome. Con todo el jaleo que teníamos para cuidar al bebé, cómo iba a detenerse más de diez minutos en cepillarme el cabello. Tijerín, tijerón. Peinado de Son Gohanda. O más bien de Pam, su hija -.-U


Fue la solución más apropiada para una niña que acababa de empezar la primaria con un defecto en la vista -fue entonces cuando empecé a llevar gafas, en el salto de infantil a primaria- , miopía. Desde tan pequeña y ya con gafas. Entonces, yo era la única que las usaba. Era, por lo cual, la rara de la clase. La desventajada. Todos gozaban de una perfecta y clara visión desde que abrían sus ojos por la mañana al despertarse hasta cuando los cerraban por la noche. Todos menos yo. 

Era lo mejor, claro, para una niña insegura de sí misma, algo tímida aunque impulsiva y risueña, que le atribuyeran una imagen tan...¿cómo decirlo? Tan fácil de criticar para otros niños de mi edad. No obstante, yo no era nueva en la clase. Solo que nada más que había tenido amistad con una compañera que, desgraciadamente se fue justo cuando la empecé a valorar como mejor amiga -Irene, si lees esto algún día, espero que no te pongas triste-  y otra, y otro compañero. Y ya está. Yo era, en ese sentido, muy cerrada. Nunca jugaba con otros que no fueran esos, mis amigos. Me escudaba en ellos dos y cuando alguno de los dos faltaba a clase me sentía vacía. 

Ahora creo que, superaría mis miedos, me enfrentaría al primer compañero que se rió de mi llamándome "gafotas", le contestaría en vez de dejar la astilla clavada, día tras día. Me enorgullecería de lograr la amistad del grupo de niñas, la amistad que nunca pude conseguir, por desgracia. 

Otra fase por la que pasé fue cuando descubrí que mi mejor amiga no era en realidad como yo la veía. La idealizaba. No veía que yo era siempre la que ponía la mano para ayudarla y ella nunca me ayudaba a mi en nada. Se reía de mi a mis espaldas. Yo negaba y negaba, y una amiga me abrió los ojos. Una repetidora. Lo recuerdo como si hubiese sido ayer mismo. Aun tiene ese brillo tan especial en la mirada. Esa cara suya tan angelical. No diré su nombre, mas, WG, has de saber que desde esa parte de la primaria hasta ahora, has estado a mi lado cuando más lo he necesitado y, hasta que no fueron llegando otras personas también muy importantes para mi y de las que en breve hablaré, has sido uno de mas pilares, mis apoyos. 

Creo que en ese aspecto no cambiaría absolutamente nada. Espero, si renazco algún día, volver a gozar de tu amistad, alma gemela. Sí, de pequeña pensaba que éramos almas gemelas. Después, llegaron los celos. Más avanzada la primaria, conseguí hacerme amiga de Xú y de otras dos compañeras que hasta ahora me han demostrado ser muy buenas personas. Repitió la ex-mejor amiga de WG y me puse cesola de su amistad con ella. La odié a muerte. Odié que ella me robase a mi mejor amiga. No la soportaba. ¿Qué tenía ella que no tuviera yo? Hacía mucho tiempo que no se hablaban. Pero, al final acabé cambiando. Tarde o temprano me disculpé con ella por mi comportamiento y mi forma de ser con ella. Y, hasta nos hicimos amigas.


Llegué a olvidar todo lo anterior que conocía sobre ella y empezamos de cero. Lo que se llama borrón y cuenta nueva. Xú y WG, paralelamente, afianzaron su amistad mientras yo lo hacía con la otra chica. Me puse celosa de ellas, pero ahora me alegro un montón que en ese tiempo cogieran tanta confianza.

Quizás en otra vida seré menos rencorosa, menos infantiloide y quizás no me tome las tonterías de primaria tan apecho como me las tomé en su momento. Pero, reconocedlo, todo eso era normal. Hasta esa edad todos o casi todos hemos vivido situaciones parecidas. Sinceramente, yo no era el ejemplo de niña modelo, sin embargo, tal y como yo lo veo ahora, me veo como una niña endemoniada. Mas, la gente que realmente me conoce sabe que soy propensa a exagerar todo.

La siguiente etapa por la que pasé -5º de primaria, oh, que lindos recuerdos- fue una de las mas duras. Entré en un ciclo más complicado, la tutora que tenía en vez de ayudarme con mis problemas de concentración me desayudaba con sus sermones. Y, aun así yo no me lo tomaba a mal. Me acabé entendiendo con ella. Difícil pero cierto. La comunión, los amigos -más bien amigas- los familiares, la fiesta, los regalos... No llegué a entender nunca porqué la tuve que hacer. En fin. Tampoco lo hice en contra de mi voluntad.

El curso de 5º se me hizo especialmente dificil. Me mandaban mucha tarea y, para colmo yo escribía lento ;___; Era despistada y olvidadiza -nada que ver con el presente, apenas- y, para colmo, poco responsable. No diré cuántas asignaturas suspendí. Dejémoslo en varias. Más de las que mis padres -y yo misma- se esperaban. Los niños se metían conmigo. Y, en especial, el chico con el que todos se metían. Era un círculo vicioso: los chicos se metían con él y el se metía con la chica que había suspendido más asignaturas que él. Muy lógico. Y mira que el chaval no era precisamente mala persona. Al revés. Yo le ofrecía mi amistad y el me salía con esas. Que le den.

Mis padres me apuntaron en las clases particulares en las que he estado hasta junio del curso pasado. Desde que me apunté allí mis estudios fueron viento en popa a toda vela. Tuve algunos problemillas al principio, al entrar en ESO con el profesor de ciencias de las clases -no existe humano que tenga paciencia para explicarme a mi un problema de física o de tecnologías, o por lo menos antes antes no- ,nada importante.

El verano de 6º de EPO a 1º de secundaria mis padres me regalaron lo que llevaba esperando desde que usaba gafas y sabía que había otra solución para mi problema de visión: lentillas. Por primera vez en mucho tiempo mi miedo, mi defecto... Me sentí a gusto con migo misma. Me gustaba. Ya nadie creería erróneamente que tenía los ojos marrones. Es más, hasta entonces, algunos pensaban que mis ojos eran oscuros. Palurdos.

La verdad es que no me quedaban bien las gafas de pequeña. O, al menos, no los modelos que mis padres me compraban. He llegado a tener 6 pares de gafas. Cambiar de gafas, año sí, año también. Pero, curiosamente, desde que uso lentillas no me sube nada la miopía. Nada. Nada, comparado con cuando estaba en primaria. Poquísimo.



Entré en secundaria con los miedos que las amigas de mi madre que tenían hijos mayores sembraban en mi autoestima. Por suerte, no fue tan difícil. Ahora recuerdo con cariño a la sustituta de français, era una bellísima persona. Los mayores del colegio decían que la profesora a la que sustituía era buaf... la ponían a parir -sí, literalmente, se pidió la baja por maternidad ._. - y la profesora de leguna bof... Tenía miedo de perder a la buena de la sustituta. Tenía miedo de no aprobar una nueva lengua.

Esa era otra. Me obligaron a elegir o, más bien, me pusieron en clase de francés porque saqué más de un suficiente en lengua -un 6, para concretar- y porque no presentaba dificultades como para no poder aprender otro idioma y porque, también, me gustaba el inglés y se me daba bien. Me intentaron lavar la cabeza. Me pusieron en francés para poder dividir la clase compensadamente; es tontería.

Quizás si renaciera no me enfadaría con el idioma en sí, por no haber podido rechazar esa posibilidad. Ahora creo que tenían razón, yo estaba perfectamente cualificada para sacar un francés hacia delante sin problemas. Me costó al principio, pero lo hice. Mis padres estuvieron muy orgullosos de mi porque pensaban hablar con la directora si mis notas en francés y/o lengua bajaban para quitarme del segundo idioma.

2º de secundaria fue el curso más fácil de toda la secundaria. La profesora de inglés no era tan terrible ni mucho menos. Todo lo contrario. La gente a veces no sabe lo que dice. Ningún profesor era tan terrible como para tenerle miedo. En 2º no me esforcé demasiado y saqué muy buenos resultados.

Si pudiera retroceder en el tiempo, en el 2º trimestre de 2º me habría apuntado a algo, no sé, dibujo o algo. Ahora que lo pienso, el nivel era bastante bajo.

El tercer curso fue complicado. Ninguno de los compañeros quisimos enterarnos de que era el momento de poner toda la carne en el asador, de esforzarse. El 1º trimestre fue un desastre total para todos. Cogimos fama de apáticos  y de negativos. Pero todos los que dijeron eso se comieron sus palabras en junio. En general, todos subimos como la espuma, supimos levantarnos tras el bache y caminar, correr y coger mucha más velocidad de la que todos creían. Nos superamos, sí, nos unimos. En el 1º trimestre di clases de informática creativa, pero lo dejé, me ocupaba demasiado tiempo.

Ese año se unieron al grupo Rou y otra compañera. Me alegré mucho de que esa compañera cambiase sus amistades por nuestro grupo. Se dio un cambio de aires; cambió muchísimo su personalidad. Creo que emepezó a crecer como persona ese año. Yo lo veía así. Una chica tímida, aparentemente normal, no muy extraordinaria, cambió y se volvió extrovertida y alegre. Floreció. Su sonrisa poco a poco ocupaba mayor espacio en su cara, sus ojos empezaron a brillar de felicidad. Hasta hoy.

Por otra parte, Rou también creció. Comenzó siendo una chica entusiasta y explosiva -en el mejor de los sentidos, era una bomba de alegría contagiosa- que sufría trastornos bipolares -risas, risas...- y que aun no había conocido el amor. Y acabó encontrándolo. Nunca me alegré tanto de ella lo encontrase, y no solo por el hecho de que gracias a ella yo encontré el amor. Cuando encontró el amor fue cambiando poco a poco hasta hoy. Sinceramente, no voy a mentir, prefería a la amiga de antes. Pero la gente cambia y yo no puedo impedirlo. Ante todo, está su felicidad.

Así pues, formamos un grupo de cinco miembros. De vez en cuando se anexoraba Roxas o Ed-kun, pero no salían con nosotras al Retiro. El invierno de tercero comencé a salir con Rou y sus amigos al retiro. Quedábamos allí y por inercia acabábamos en el Mamelón. Era como si no hubiese otra alternativa, como si el retiro solo fuese un punto de encuentro para todos, un lugar de paso para ir al Mamelón.

Quizás me arrepienta de escribirlo, pero aun así lo haré. Mi amistad con Xú y WG se debilitaba a medida que yo salía con Rou. No me parecía lógico quedarme un sábado en casa pudendo salir, por poco que me gustase el Mamelón. Pero Xú era de principios. No le gustaba y punto. Nos enfadamos. Hubieron guerras frías, guerras con cañonazos, de todo tipo. Acabé amargándome.

No sabía si lo que hacía estaba bien o mal. No creía sustituir una amiga por otra, pero es que, simplemente, nos habíamos alejado porque ella no quería salir al Retiro, no quería ir donde todos iban. Ella, al igual que yo, quería ser diferente. Ir contracorriente. Claro, pero yo era más sociable, más dada para conocer personas y hacer amigos, no me costaba nada hablar con la gente. Éramos tan distintas.

En medio de ese embrollo, mi corazón sufría. Tenía otras intenciones al ir al Mamelón y ella no lo entendía. ¿Acaso era algún pecado andar detrás de un chico? Ella sabía que yo era enamoradiza e impulsiva, lo sabía. Pero no lo entendía. Ella no sabía lo que era ver a un chico y morir de ganas por un abrazo, por una sonrisa, una foto...

Estúpida. Fui estúpida. Estuve a punto de cometer un grave error. Pero, tan solo estuve cerca. Nunca me tuve que arrepentir de nada. Bueno, a excepción de mi equivocación al mirar sus ojos. Nunca debí mirarlos.

Daría lo que fuera, mi alma, lo que sea por poder retroceder en el tiempo, poder cambiar todo eso, toda esa situación, mi comportamiento, mis errores. Mis errores garrafales. Como siempre, éstos me separaban de la felicidad. Mis equivocas decisiones me arrastraban al peor de los caminos. Acababa tirándome de los pelos por ellas. Si existiera la vida tras la muerte, si pudiera revivir, todos los errores se esfumarían sin pensarlo. Actuaría con sensatez y dejaría el orgullo atrás. Cesarían las peleas antes de empezar. No lo dudo.

Más tarde llegó el XII Salón Manga y con él la comunión de mi hermano. Sábado de SMJ. Jodidamente perfecto. Renuncié a formar parte de un grupal de VOCALOID en el que yo era Rin Kagamine (uno de los personajes insustituibles e imprescindibles, la mano derecha de la protagonista, Miku Hatsune) porque el concurso de cosplay grupal y actuación en grupal era ese sábado. Aun así, fui viernes y domingo. Con Roxas y con mi hermano (cosplayer de Mario Bros; bigote incluido). Me encontré con Rou, compañeros de clase, familia, retiro y mamelón. Y con Xú y WG.


Me separé de con quienes iba para ir con ellas dos. Se enfadaron conmigo. Me costó caro dejar de lado a la familia en un lugar tan sumamente lleno de gente. Como una aguja en un pajar, me costó encontrarlos. Y no los encontré.

Nunca debí elegir entre la familia y los amigos. No supe entender que la mejor opción para todos era estar todos juntos, para no perdernos, para evitar malentendidos, para evitar silencios dolorosos.

Ahora viene lo mejor, mi relato favorito, la parte más reciente y la más bonita de mi vida, la que más me gusta recordar. Feria del Caballo 2011. Todo pasó y no pasó nada. Y con esto se resume todo. No me quise dar cuenta, cuando tenía ante mis ojos quien tenía escondida la llave de mi felicidad. Ladrón, ¿dónde estuviste todo este tiempo mientras sufría? ¿Dónde estuviste cuando lo de las gafas, dónde estuviste cuando lo de mis amigas, dónde estuviste cuando peleaba con mi hermano? ¿Dónde estuviste cuando me sentí débil e insegura? Perdido de la vida.

Palabras textuales: "[...] que yo no quiero que me emparejes con nadie. Estoy muy bien sola. Estupendamente . Por favor, a mi no me metáis en las tonterías de las parejas en el grupo. Yo no juego." Conversación 28 de Mayo, cumpleaños de WG en el cine. ¿Qué hizo el destino? Trollearme. Desengañarme. Pues estaba engañándome. Creí que cuando todos los problemas se solucionaron -no hay mal que por mil años dure-, justamente desde la feria, ya era feliz. Me sentía feliz. La calma tras la tempestad. La sonrisa tras las lágrimas.

Empezó una buena época. La mejor. Sin duda alguna. Justamente al día siguiente empezó el comienzo de mi verdadera vida, la que me merecía, una vida feliz. Junto a alguien que se fijó en mi y pudo ver entre las oscuras nubles una luz. La pudo ver. Es inexplicable. No tiene explicación.

Te planteas cambiar y ser feliz, y empezar por un verano feliz, por poner una meta y, al día siguiente ocurre semejante suceso. No me lo creo. No me lo creí. No me lo creeré hasta que muera. ¿Pero cómo...? No hay respuesta. No la hay, tan simple como eso.

Ojalá renazca alguna vez contigo de la mano, desde el principio, desde pequeños. Una vida entera a tu lado. Pero eso es demasiado pedir; me conformo con unos no muy buenos primeros años de vida y el resto absolutamente perfectos. Porque estarás tú. Lo sé.