viernes, 20 de julio de 2012

Contracorriente.

¿Harto de tus padres te digan lo que tienes que hacer, cómo comportarte, cómo debes ser?

¿Cansado de tener que esconder tus verdaderos sentimientos en el instituto, para que la gente no te dé de lado?

¿Empachado ya de tener que escuchar una y otra vez las mismas canciones, día tras otro, en la radio?

¿Aburrido ya de no poder dar tu opinión, por ser contradictoria a la de los demás?
Y, a todo esto, ¿Qué estás haciendo? ¿te rindes sin más? ¿se te agotaron las energías y los motivos por los cuales seguir luchando por tu postura?

Te equivocas si eliges ese camino. 
Eres la excepción que confirma la regla.
No puedes rendirte así como así. No puedes darle la razón a todo el mundo y dejar atrás todo el camino que llevas recorrido. 

Desde pequeño ya te lo decían: eres diferente al resto. Siempre tuviste un brillo en los ojos que no era igual al de los demás. Cuando todos empezaban a garabatear con la mano derecha, tú, con tu mano izquierda, pequeña y rolliza, comenzaste a dibujar un medio círculo con dos puntos arriba, a cada lado. Eras un pequeño entusiasta; con una sonrisa, siempre hacías las cosas, aunque los demás niños llorasen. Eras de los únicos que se alegraba de poder vivir y vivías la vida al 100 por 100, aunque tuvieses problemas. Aunque te caías, sabías levantarte. Ni una lágrima.

Poco a poco, fuiste desarrollando una personalidad, un gusto, una forma de ser...inigualable. Tus padres te enseñaron, y lo hicieron muy bien. Eras inteligente. Tenías tu propia opinión. Cuando te preguntaban respondías con propiedad, aunque tuvieses dudas, aunque se riesen... 

Tu persona, enriquecida por el saber de la curiosidad, pues siempre estabas hambriento de saber del mundo que te rodea; fuiste creciendo, aprendiendo de los errores, a veces garrafales, a veces leves. Tomaste caminos impensables para otras personas. La vía rápida no existía para ti. Tu constancia en el trabajo y tus ganas te llevaron a la cumbre más alta. Todos dudaban; todos menos tú. Sabías que podías y pudiste. 

Tuviste fe en ti y lograste tu meta. Siempre tuviste de tu parte a la gente que te quería...y a ella. Conseguiste iluminar la vida de una muchacha gracias a tu característica forma de ver el mundo. Sin tu positivismo, hubiese sido imposible que los de tu alrededor pudiesen seguir adelante. Por eso, y por mucho más, te mereces El Cielo.